Durante años la siesta ha ocupado intensos debates que han llegado, incluso, hasta las oficinas de los más reconocidos científicos de la NASA.
A menudo se puede ver en las oficinas a empleados luchando contra el sueño, mientras que otros aseguran tener la fórmula para realizar la siesta perfecta. Algunos dicen que la clave es que dure 10 minutos, otros que 20 y no faltan los que aseguran que debería durar 2 horas, ¿Pero qué dice la ciencia sobre esto?
Un estudio de la NASA en 1994 abrió la puerta al debate cuando descubrieron que los tripulantes que tomaban una siesta tenían mejor rendimiento que aquellos que trabajan de corrido.
«La siesta se asoció con una mejora del estado de alerta fisiológico y el rendimiento en comparación con el grupo sin descanso. Los beneficios de la siesta se observaron durante las fases críticas de descenso y aterrizaje del vuelo», concluyeron.
Un año después la NASA en conjunto con la Junta de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos concluyeron que «la siesta ideal debe durar 26 minutos». Los expertos observaron que un descanso de 26 minutos elevó el rendimiento un 34% y el estado de alerta un 54%.

Este estudio sembró un precedente para transformar las prácticas dentro de la aviación y se extendió a debates en otras profesiones.
La Fundación del Sueño de Estados Unidos señala que «la mejor duración de la siesta para los adultos es de unos 20 minutos y no más de 30 minutos. El descanso por 20 minutos permite que la persona que duerme la siesta tenga ‘un sueño ligero para aumentar el estado de alerta sin entrar en un sueño profundo».
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Si un descanso supera los 30 minutos, existe mayor probabilidad de entrar en fases profundas y, por lo tanto, de atravesar un momento de alerta reducida antes de lograr algún beneficio.
No obstante, tampoco se debe ir al otro extremo. Una investigación de la Universidad de Flinders, publicada en 2006, profundizó esa idea y reveló: «Un descanso de cinco minutos no produjo mejoras relevantes».
En cambio, uno de diez minutos elevó la atención y el rendimiento de manera inmediata, con beneficios que se sostuvieron durante más de dos horas y media. La siesta de veinte minutos generó un efecto positivo, aunque apareció recién media hora después.
La de treinta minutos provocó un deterioro transitorio del estado de alerta, seguido por mejoras. Al final, la siesta de diez minutos fue la más efectiva.

Lo cierto es que varios estudios señalan que distintas duraciones activan respuestas diferentes en el cerebro, y el tiempo ideal depende del tipo de beneficio buscado.
Por ejemplo, una siesta más larga, de alrededor de una hora, puede mejorar la capacidad de aprendizaje. Investigadores de Harvard encontraron que ciertos procesos de memoria vinculados con el descanso diurno reproducen efectos similares a los que aparecen después de una noche completa de sueño.
Mientras tanto, una siesta corta puede afinar la alerta inmediata y una más extensa puede impulsar la consolidación del aprendizaje.
Finalmente, expertos aseguran que el mejor período para tomar la siesta se ubica entre la 1 de la tarde y las 5 de la tarde, periodo relacionado con una disminución natural de los ritmos circadianos después del almuerzo. Esa ventana evita interferencias con el sueño nocturno y permite un descanso controlado que no altera el ciclo completo.

