Por María Laura García
Los fracasos no son el final, los obstáculos nos llevan al cambio, el cambio es transformador y nos conduce a nuevas oportunidades que si las aprovechamos sumarán a nuestra vida para bien, siempre es en positivo si cultivamos un espíritu pleno de virtudes.
¿Cuántas veces nos hemos cerrado la puerta sin darnos cuenta?
Cuando un fracaso o un obstáculo se nos cruza en el camino, solemos verlo como el final, como que si nuestra meta, objetivo o proyecto hubiesen truncado. Pero ¿qué tal si lo vemos como la oportunidad de hacer las cosas de manera diferente? ¿De recalcular el camino, los modos o la estrategia? ¿Quizás es un reajuste a tiempo para poder sobrevivir o vivir mejor? Creo que pocos y muchos menos los que somos muy estructurados u organizados pensamos que los imprevistos o aquello que nos mueve el piso representa ese frenazo que Dios nos regala justo a tiempo para evitarnos un choque letal.
Por otro lado, como solemos empeñamos en hacer siempre lo mismo… ¿Por qué somos tan osados y esperamos un resultado nuevo si no hacemos un cambio de timón cuando la vida nos para en seco? Créanme nuestro apego a la rutina y esa necesidad de control, generalmente, nos mantienen estancados.
La verdad es que la mayoría de las veces, somos nosotros mismos los que nos negamos las oportunidades al resistirnos a tomar “entregados” los desvíos de la vida. Pero, cuando abrazamos lo que sucede tal cual pasa, sin tanta rigidez, nuestra mente se aclara y nuestra vibra se nivela. Es ahí, en medio del fluir, que podemos ver las oportunidades que antes no notábamos y las sabemos maximizar.
Amar lo que haces, ya sea tu trabajo o tu vida, no se trata de aferrarse a una sola forma de ser o hacer las cosas. Significa estar dispuesto a soltar y a abrazar las vueltas del destino para que lo nuevo y bueno llegue. Al final, los mayores crecimientos vienen de las situaciones más inesperadas que representan valiosas oportunidades para el aprendizaje, la adaptación y, finalmente, para el logro de mejores circunstancias vitales. Son un punto de partida de una forma distinta de llegar a tu meta, es la posibilidad de demostrar que NO nos rendimos y que somos imbatibles, “muy poderosos”.
Además, los desafíos son catalizadores que nos pulen, pues una y otra vez he llegado a la conclusión que sin los obstáculos, no hubiese cambiado, crecido, evolucionado y adoptado una mejor manera de hacerlo todo.
Si abrimos el corazón notaríamos el “chance disfrazado” que es una caída o un bache y aprovecharíamos cada segundo de estas nuevas situaciones, buenas o malas.
Finalmente, la clave está en nuestra reacción y la acción. Tomar la iniciativa para aprovechar las circunstancias es lo que realmente genera una transformación positiva y duradera en nuestra vida.
Te invito entonces a cambiar tu perspectiva sobre el fracaso y los obstáculos, viéndolos como peldaños necesarios para crecer, aprender y, finalmente, alcanzar un mayor éxito y plenitud, eso que yo llamo ¡Calidad de vida!
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